Dijo Aristóteles que "Sófocles pintaba a los hombres como debían ser y Eurípides como eran realmente". El más joven de nuestros trágicos nació en el año de la batalla de Salamina y pasó por ser un filósofo, pensador y lector voraz, misántropo y taciturno, alejado de la acción pública en plena crisis de la grandeza ateniense. Procesado por impiedad e inmoralidad, acabó sus días en Pella, capital de Macedonia, despedazado por unos perros.
Tuvo un agudo sentido psicológico en sus obras, dotando de especial humanidad y veracidad de sentimientos a sus personajes y reflexionando sobre los auténticos problemas de conciencia de su tiempo. Concede nuevas versiones a las viejas historias, haciendo gala de modernidad y de racionalismo por su escepticismo ante la moral y religión tradicionales. Trata con especial atención los personajes de las mujeres y los esclavos, secundarios hasta entonces, dotándoles de un carácter cambiante y contradictorio. Gusta, sin embargo, de historias truculentas, violentas y de extrañas pasiones.
De sus obras destacamos:
- Medea: la joven hechicera, hija del guardián del Vellocino de Oro, que ayuda a Jasón en su empresa, se enamora de él, le desposa y luego se ve abandonada por el héroe y decide vengarse matando a sus propios hijos.
- Hipólito: el hijo de Teseo, pretendido por la nueva esposa de su padre.
- Andrómaca: la viuda del heroico troyano Héctor, se encuentra tras la guerra en manos de Neoptólemo, hijo del “pélida” Aquiles, angustiada por sus hijos ante las pretensiones homicidas de Hermíone, la nueva esposa de su dueño.
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